Soñé con un hermoso pastel. Colorido, suave, cremoso.
Estaba escondido en una caja y tocarlo parecía riesgoso.
Quiero comerme un pastel.
Específicamente, ese pastel.
Comer más de una rebanada.
Tal vez dos, tal vez tres.
Saborear, abrir la boca, salivar y masticar.
Ahogarme y sentirme llena, pero aun así, lograr tragar.
La crema es del blanco de las nubes y los bizcochos como el arcoíris.
Lo veo y lo siento. Una sola mordida, no me bastará.
Quiero comer el pastel, como si se tratase de sobrevivencia.
Sin clemencia, como si de eso dependiese, mi completa existencia.
Brillantes los colores, atrayendo y estimulando mi mente.
Vibrantes los sabores, dejándome sin palabras y sin verbalizar idea consecuente.
Quiero comer ese pastel completo.
Sin testigos, sin reproches e incluso aunque fuese un reto.
Abrir los ojos desde la fantasía y encontrármelo de frente.
Que dicha sería la mía, verlo ahí, de repente.
Quiero comer ese pastel, con apetito verdadero.
Acabar hasta con la última miga, con tremendo esmero.
Te ven pequeña y delgada, definiéndote por ello,
Tu apetito, fuerza y valía, sin saber realmente de eso,
No imaginan el hambre que acecha tus entrañas,
Y la fuerza de tu cuerpo, que amenaza las montañas.
Se escandalizarían viéndote acabar con ese pastel,
Los atormentaría, la imagen de tan irrevocable placer.
Nada de eso importa, cuando la idea en ti se arraiga.
Quieres comer ese pastel, sin importar los males que traiga.
Soñé con un pastel,
Disfruté cada bocado.
Pero, la realidad es cruel,
Al despertar, no estaba a mi lado.