El Blog de alukini

Proyecto de Escritora

Interlocutor 235

¿Quién eres?

Sí. Me estoy dirigiendo a ti.

No intentes desviar la mirada, cuando solamente estamos, tú y yo.

¿Quién eres?

¿Ya te lo han preguntado antes?

¿Te lo habías cuestionado, tú?

No empieces con esa definición armada, que socializas con todo el mundo.

No estoy interesado en escuchar una copia de una idea sin vida. Así que, no malgastes aire en repetir esa versión gastada, que pones frente a ti, como lema y defensa, al mismo tiempo.

Es una pregunta simple, la que preciso, me contestes.

¿Quién eres?

¿Qué dices? ¿Qué no es una pregunta simple? Por supuesto, que lo es.

Aunque, es muy distinto, el hecho de que tú te compliques tanto en contestarla.

No tenemos todo el día para esto.

¿Quién eres?

Ya veo. Insistes en esa respuesta.

¿No te das cuenta que ni tú te la crees?

Puedo escuchar tu titubeo, como un cascabel en navidad. En todas partes. En cada segundo, de cada parte, de cada frase.

¿Realmente eres esa persona que dices ser?

Así como lo veo desde acá, tu etiqueta es bastante limitada. Me haces sentir enclaustrado y desinteresado, en apenas dos segundos.

¿Atacado? ¿Por qué te sientes atacado?

Estoy solamente, haciéndote una simple pregunta.

Además, si la sinceridad te molesta, no es mi problema. Yo no te estoy atacando.

Empecemos de nuevo, no hace falta complicar las cosas entre nosotros.

¿Quién eres?

No me mires así.

Estoy esperando una respuesta.

Vamos, dime algo.

Huir y darme la espalda no terminará con este cuestionamiento.

Sabes que si no me respondes hoy, eventualmente mañana y a perpetuidad, mi pregunta te asaltará en medio de la noche, cuando estés solo o cuando estés haciendo algo importante, justo allí, para distraerte.

Es más fácil ahorrarte un mal momento posterior y responderme.

Retomemos.

¿Quién eres?

Por favor. Pensé que habíamos superado ese diálogo memorizado que crees es la respuesta.

Me dices que eres una sola cosa, llamémoslo, como un elemento.

Entonces, eres este simple elemento y luego… ¿Qué?

Un elemento aislado en un universo plagado de vida.

Ahora, tienes amigos, ya veo. Y tienes familia.

¿Quiénes son?

¿Por qué me dices cuántos? Yo no pregunté eso. Deja de contar.

Espera.

¿Cuántos amigos crees que tienes?

¿Tantos?

Interesante.

¿Te sientes juzgado? No, no te juzgo. Solamente, me sorprende la cantidad.

¿Realmente crees que todos ellos son tus amigos?

¿Cuál es tu definición de amistad?

Debe ser muy amplia, para aplicarla a ese montón.

¿No todos entran?

¿Entonces, cuántos pasan la prueba?

¿Cómo que qué prueba? ¿Cuántos entran en el molde que definiste para hornear una amistad? ¿Cuántos cumplen las condiciones que pareces tener claras?

¿O ahora, estás dudando de lo que significa un amigo para ti?

Está bien. Tienes muchos, muchísimos amigos que son tu definición ideal y soñada de amistad. Dejémoslo así.

Que fortuna la tuya.

No me mires así. No he dicho nada fuera de lugar. E insisto en no estar atacándote.

Bueno, cambiemos de tema.

Me decías que, eres…

¿Qué eres? Porque, no esperarás que diga quién, cuando tu respuesta empieza siempre de tal manera.

Esto se me está haciendo tedioso.

¿Por qué levantas la mirada, en vez de mirarme, cuando te pregunto quién eres?

No.

No te estoy presionando.

Cambiemos la pregunta, si te incomoda tanto.

¿Quién eres para otros?

¿Te han hecho verte a ti mismo?

¿Cómo que qué quiero preguntar? Es exactamente lo mismo, pero en base a lo que te han dicho otros. Y tú me dijiste que tienes muchísimos amigos.

¿Ninguno te ha dicho quién eres, bajo su prisma de visión?

Espera. ¿No será que no has querido escuchar eso de otros?

¿No?

Entonces, dime. ¿Cuánto significas para otros?

¿Cuánto vales para los otros?

Ya veo.

No quiero que te lo tomes a mal, pero…

¿En serio crees qué eres tan importante?

¿Por qué?

¿Qué has hecho por los otros?

No me digas.

Hiciste un aporte científico que cambió para bien, cientos de realidades.

¿No?

Bueno, era una idea solamente.

Ya sé.

Eres una persona reconocida en su entorno, por su calidad humana y su empatía.

¿No precisamente?

Dame, tan sólo, una oportunidad más para adivinar.

Me puedo estar arriesgando un poco con esto, pero, déjame expresarte lo que creo.

Tal vez, quizás, puede ser, que te asumas a ti mismo, como un individuo simpático y sociable.

Y puede ser, que el hecho de ser simpático y sociable, te haga ser reconocido.

Asentiste, o lo ibas a hacer.

Entiendo.

Me lo confirmas.

Entonces, resumiendo la situación: ¿Quieres decirme, que por ser sociable y rebosar en simpatía, mereces la consideración de un amplio grupo de cercanos?

¿Qué clase de grupo te rodea, para conformarse con tan poco?

No, no es una ofensa.

Lo que dices es ridículo.

No puede ser sensato que un grupo de personas te idolatre, por tener cualidades mínimas para la convivencia social. Después de todo, quién no puede pretender cierta simpatía o aparentar ser muy sociable y tolerante, cuando la situación lo amerita.

Por favor, detengamos esta conversación, justo aquí.

No nos exaltemos.

Todo este diálogo entre nosotros, comenzó por una pregunta simple.

Nos desviamos de esa pregunta, con la finalidad de que eventualmente, pudiésemos regresar a ella y que fueses capaz de responderla. Pero, nuestro trayecto no ha sido muy exitoso. ¿No crees?

¿Por qué no puedes responderme?

¿Cómo que no lo sabes?

Vives en un mundo diverso, colorido, dinámico y cambiante.

Cada día, te levantas por la mañana, y piensas…

¿Qué es lo primero que piensas?

Mantén esa idea allí.

Como decía, la realidad avanza a pasos agigantados y la sociedad va mutando, como una masa flexible, expandiéndose y deformándose. Y tú. Tú, estás inserto, de pie, en medio de ese océano de voces. ¿Cómo distinguirías tu voz, entre tantas aclamaciones, entre gritos, cantos, entre carcajadas infinitas y desgarradores llantos?

No hay necesidad de fruncir el ceño así.

Detecto cierto grado de confusión.

¿No?

Muy bien.

¿Ya responderás mi pregunta?

¿Todavía no?

Pero… ¿Qué necesitas para hacerlo?

Ya veo cual puede ser el problema.

Pareces ser de ese grupo selecto, que está esperando una especie de iluminación divina, que lo defina y que lo cambie todo.

No te aventures, tan apresuradamente a contradecirme.

Lo que decía, es que, aparentemente, estás pensando que, al hacer cierto viaje, al conocer a cierta persona, al alcanzar tal trabajo. Ya me entiendes. Quiero decir, que estas esperando un acontecimiento o encuentro determinado para sentir que una parte nueva de tu ser se desbloquea y que toda tu vida encajará en un rompecabezas imaginario y te sentirás libre, lleno de poder y fuerza ilimitados, dejando tus vicios, tus problemas, tus defectos atrás…

¿En serio estás mirándome con esos ojos de ilusión? Creí, que era perfectamente evidente, mi tono sarcástico en el asunto.

Lamento haberte confundido. Solamente quería decir, que eso jamás te pasará. Ni a ti, ni a nadie.

No estoy siendo absoluto.

Comprendo, totalmente, que las personas puedan creer que algo así les sucedió. Pero, eso no es nada más que su interpretación y reescritura de los hechos, para que tomen forma armoniosa y para falsamente, poder generar una fuente de motivación y luminosidad, en una vida que carece de magia, que es siniestramente monótona y desprovista de brillo. Dando como resultado a cientos de clones desalmados que comen lo mismo, que dicen lo mismo, que visten lo mismo, que hacen lo mismo. Y así, hasta el fin de sus días.

Tal vez, me podrías ser útil, después de todo.

Hay algo que no entiendo.

¿Por qué las personas no están llorando todo el tiempo, con sus miserables vidas y lloran cuando estas finalmente, se terminan? ¿Qué sentido tiene tal forma de actuar?

¿Por qué me miras con esos ojos tan abiertos?

¿No concuerdas conmigo?

Me parece, bastante acertada mi lógica. Pero bueno, tú, no eres precisamente, la definición de brillantez. Es más, ni siquiera, eres capaz de efectuar una definición para ti mismo, que llene tanto tus expectativas, como las mías.

He meditado, en este breve segundo, todo este asunto. Y creo, que verdaderamente, no me interesa saber quién eres.

Dudo que le interese a alguien más que a ti. Y es triste saber, que no eres capaz de respondértelo.

Creo que este es el adiós.

Adiós.

Adiós…

¿Por qué sigues aquí?

Este es mi espacio y lo estás invadiendo.

¿No te das cuenta?

Al principio, lo único que querías era huir de mí. Y ahora, que me trato de deshacer de ti, no haces otra cosa que permanecer.

¿Por qué te quedas?

¿No me dirás?

Pues, déjame adivinar.

Estás aquí, porque no puedes soportar la idea de que no eres suficiente. Que no eres en extremo valioso, ni importante.

Porque, a pesar de fingir que no te intriga, quieres que responda la pregunta que fue formulada especialmente para ti. Ya que, no tienes las herramientas, ni la valentía requeridas, para satisfacer tal tarea.

Ahora, quieres marcharte, de nuevo.

Es increíble, la forma en que no toleras enfrentar unas cuantas verdades, ni mucho menos, que derriben el monumento que tienes de ti mismo, dentro de tu cabeza.

Deja de jugar con mi tiempo y vete.

Estoy esperando.

¿Qué tan difícil puede ser? Solamente, debes poner un pie delante del otro y así, repetidamente, hasta incrementar nuestras distancias, en proyección infinita.

No tengo más que decir.

Tú, por otro lado, deberías tener más que decir de ti mismo. Pero, no quiero que me malinterpretes. No deseo retomar nuestra conversación, ni ayudarte en la resolución de tu problema.

Sí, tienes un problema.

Deja de provocarme, para que este sinsentido se perpetúe. No es agradable.

Te dije, que ya no tengo más que decir.

Una tarde color miel, con el viento agitando el césped, como oleaje marino vibrante. Todo lo que había concluido en soledad, la noche anterior, dio un giro grotesco.

Se descubrió contemplando su entorno, de manera peculiar. Como quien desconoce y redescubre, al mismo tiempo. Buscando desesperadamente con la mirada, un objeto de contemplación, que no sabía que necesitaba.

Decidido, emprendió su camino, con destino al lugar exacto, en que se sintió condenado y maldito, por la eternidad.

Precisaba resolver el problema, para quitarse el enorme peso que le hacía arrastrar sus pies, tambalearse e incluso caer y herirse brutalmente, en repetidas ocasiones.

Necesitaba ser libre. Aunque tenía muy claro, que, para ello, había un precio que pagar.

Su respiración se agitaba, cuando llegaba a su mente, la idea de aquel trueque, que estaba por realizar.

Le parecía evidente que no era un trato justo. Pero, a su corta edad, ya había probado el sabor amargo de realidad, con sus múltiples formas de sufrimiento y desproporcionalidad.

Cuando se encontró en la entrada del bosque, que debía atravesar, para llegar al lugar propuesto, lo asaltó bruscamente el terror.

No lo había traído consigo.

Toda su planificación y su esfuerzo habían sido en vano.

Aquel objeto era crucial.

¿Cómo era posible que lo hubiese olvidado?

¿Cómo que cómo era posible?

¿Qué haces aquí todavía?

¿Qué, no tienes una vida que vivir, algo por hacer?

No puedo creerlo.

No sabes abandonar el lugar, que ya no requiere de tu presencia. Y realmente es esencial, saber marcharse, cuando es preciso.

Aprenderás que es un instinto animal que debe respetarse.

Con la crudeza del actuar humano, se hace vital, poder distinguir el ambiente en el que permanecer y del cual, se debe huir.

Sálvate.

Sálvame.

Ahórrame más pesar en esta existencia y vete.

Espero que, la próxima vez que la vida nos reúna, tengas algo más que decir.

Espero, sinceramente, que puedas responder la pregunta que inició este diálogo. De lo contrario, también es relevante mencionar, que espero genuinamente, no volver a encontrarme contigo o con alguien similar, que me haga perder el tiempo y desperdiciar mis palabras, de tan monumental manera.

Adiós.

 

 

 

 

 

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