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Las reglas de Ramón

Ramón, es un espía internacional de alto riesgo e impacto.

Ramón, no estaría vivo, ni sería tan habilidoso o triunfante, sin sus adoradas reglas para vivir. Reglas, que sigue al pie de la letra, desde que tiene memoria. Al menos, eso es lo que él dice.

Ramón, se mueve por distintos espacios, tiene diferentes identidades y se expone a innumerables peligros.

¿Cómo ha sobrevivido todos estos años?

¿Cómo ha logrado sentirse pleno y feliz, con una vida tan complicada?

Un día, lo escuché recitar sus atesoradas reglas para vivir, así que las anoté en una servilleta.

Hoy las apunto aquí, por si te sirven de algo o si quieres simplemente, saciar ese gato curioso que vive en ti.

Les presento, las reglas de Ramón:

UNO: Mientras sepas quién eres, sabrás exactamente lo que piensas y sientes, por lo que podrás pretender que sientes, aún sin sentir y que no piensas, aún siendo muy inteligente.

DOS: Distintos ambientes tienen siempre algo en común, pero tu único santuario y refugio, es tu hogar.

TRES: Tu hogar, puede ser cualquier lugar y puede no ser un lugar

CUATRO: No importa la manera en que los demás te vean, mientras no vean lo que tú no quieres que vean.

CINCO: Pisa fuerte con un pie a la vez y luego da un salto, para recordarte que estás anclado a la tierra y que te proyectas desde ella.

SEIS: Una coraza te protege y también te aísla, pero una membrana es permeable e impermeable.

SIETE: No responder, es una respuesta, cuya efectividad es directamente proporcional a la sensibilidad del radar.

OCHO: El autoconsumo, se tiende a exteriorizar.

NUEVE: Ser anfibio, no es sinónimo de fragmentación.

DIEZ: Evadir la soledad es utópico y depender de la sociedad está sobrevalorado.

Un pequeño detalle, que podría ser de relevancia, es que Ramón es mi bisabuelo. Por ello, lo conozco tan bien. He podido oírlo enumerar sus reglas, he prestado atención a sus historias y le he efectuado infinitas preguntas, que responde sin esfuerzo ni hastío.

La tía Rosa, dice que Ramón ha perdido la cabeza y que, a los noventa y cinco años de vida, solamente te quedan neuronas para elaborar narraciones y mundos sin sentido.

Honestamente, no tengo certeza respecto a la naturaleza de nuestras conversaciones. No sé si los recuerdos de Ramón son inventos, si son reales o una mezcla de ambas posibilidades. Lo que sí sé, es que sus historias son valiosas. Valiosas, no sólo por su contenido, sino por el hecho de que las quiera compartir conmigo.

“Macro-ambientes con ecosistemas turbulentos, cuyo rango de amplitud y variabilidad es inmenso y siniestro. Caos, en apariencia organizado y diferenciado, que es una sola masa navegable por marinos experimentados y novatos”.

– ¿Cómo?

– Eso es la vida- Me contestó Ramón, mordiendo un pan con queso y sosteniendo su café con la otra mano, mientras deambulaba hacia el balcón, luciendo sus zapatillas de levantar nuevas.

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