Con la ilustración de Juanimator, que forma parte del colectivo Cliocomics.
Es preciso, recorrer un largo camino, para comenzar a saborear mucho tiempo antes, lo que será tu destino. La parte final del trayecto. Ese hito traumático, que trastoca la realidad misma.
Fue paranoia en un principio, pasando por la fase en que creí, había perdido el control de mi mente.
Si tan sólo hubiese escuchado aquellas voces. Si tan sólo pudiese haber confiado en las sensaciones crispantes, incómodas y punzantes, serpenteando bajo mi piel erizada.
Y ahora estaba allí. Tendida en el piso frío, despidiéndome lenta y tortuosamente, de mi existencia.
Intentaba conectar con su mirada, sin buscar cambiar mi trágico desenlace.
Lo que mi escasa sangre bombeaba, me impulsaba a querer saber.
¿Por qué yo?
¿Por qué hoy?
¿Por qué así?
Mis ojos se movían incesantes, suplicantes. Pero, parecía rehuirlos con perfecta coordinación.
Comenzó a llover, haciendo que perdiera la sensibilidad de mis extremidades con inmensa rapidez.
Me miró.
Iba a dejarme.
Iba a dejarme sola y sin respuestas.
Concentré lo que restaba en mí, de control y fuerza, solamente logrando entornar los ojos y entreabrir ligeramente los labios, cuando mi intención era vocalizar y poder llamar su atención, de forma más brusca.
Sin embargo, mis esfuerzos, coincidieron con un instante de distracción de su meticulosa conducta evasiva.
Sus ojos y los míos, en un puente en extremo bizarro.
Sus ojos y los míos.
Eso no le gustó.
Enseguida se defendió de mí. De la persona inmóvil a la que se le escapaba la vida. Y nuevamente, volcó sus frustraciones punzantes, su rabia antes contenida, su terror agudo, su perversidad renegada, su dolor ardiente, sobre mi cuerpo frágil, helado, gimiente.
Sus arremetidas me hacían temblar y aunque mis saltos eran por rebote, por unos segundos me sentía más de este mundo, que del otro que me aguardaba.
Pensaba que estaba vacía, pero mi sangre seguía bañándome desde dentro y cobijándome con su tibieza.
Escuché sus gritos, no los míos, pero ya no era capaz de visualizar nada.
No sé si esperó a que me fuese por completo. Si se quedó aún después del final. Si huyó antes.
Lo último de lo que tuve conciencia, fue imaginar la manera en la que la lluvia se unía a mi sangre y se esparcía ampliamente, fluyendo con nueva vida, lejos de mí.
Quizás, hasta qué lugar llegaría…